sábado, 1 de agosto de 2009

Una historia de mi miedo

Los atentados de esta semana en Burgos y en Mallorca me han traído a la cabeza muchos recuerdos de los años 80.

Mi padre era militar y vivíamos en casas militares en Madrid. En los años 80 ETA mataba hasta 100 personas el año y tantas eran que dejaban de ser noticia en los periódicos y los telediarios. En mi casa cuando bajábamos al portal para ir al colegio había policía militar patrullando la calle.

En 1985 al lado de nuestra casa asesinaron al vicealmirante Fausto Escrigas y su conductor. Mucha gente que vivíamos allí escuchamos los disparos que acabaron con sus vidas. Sus familias quedaron destrozadas y las familias de los militares tuvimos miedo. Un miedo irrefrenable a que papá fuera asesinado, miedo a escuchar disparos en la calle y pensar que le hubiese tocado a él. Me consta porque lo vi con mis ojos que muchos vecinos (militares) miraban los bajos del coche antes de montarse en ellos con sus familias por si habían puesto una bomba lapa.

Los niños y las madres teníamos miedo. Pero mi padre no. Una vez mientras íbamos en coche mis padres y yo hablamos del tema. Yo le pregunté que porqué mataban a militares, policía y guardias civiles y mi padre me respondió que porque querían la independencia del País Vasco.

-¿Y porqué quieren independizarse de España? - Pregunté yo.

- Porque de esa forma pretenden mandar sobre todos los vascos que no han elegido eso y hacerse con el poder de forma ilegal.- me dijo

- Es decir, que no quieren democracia- dije

- No. La democracia les perjudica y matan a esa gente para cabrear a los militares y que den un golpe de estado. Si eso ocurriera tendrían una excusa para seguir haciéndolo y todos los españoles viviríamos peor. Pero ellos no saben una cosa. Nosotros servimos a España, hemos jurado defenderla, y la gente quiere democracia y elegir a sus gobernantes. Ellos no saben que 100 muertos al año es un precio que podemos pagar. –

Me quedé pensando que yo NO estaba dispuesto a pagar ese precio si mi padre era parte de él por algo que tampoco entendía bien como era la democracia. Pero mi miedo se fue disipando con la edad porque sabía que esas muertes no eran en vano.

Pasaron los años y murieron muchos militares y guardias civiles más, y antes de lo que debía mi padre murió de cáncer. Yo crecí y comprendí que por vivir en el menos malo de los regímenes políticos 100 muertos es un precio que podíamos pagar. Esa es la abnegación que tienen los militares, los guardias civiles y la policía cuando los matan. Ellos pagan el precio; nuestro precio.

Los guardias que han muerto esta semana pagan el precio y nosotros seguimos viviendo en democracia. Por eso les debemos muchas cosas: nuestra gratitud, respeto, capturar a sus asesinos, encarcelarlos y mantener la democracia votando, eligiendo gobernantes, equivocándonos y volviendo a elegir gobernantes, y así años y años. Se lo debemos.

PD. Uno de los asesinos del vicealmirante Escrigas fue Ignacio de Juana Chaos. Por su culpa yo tuve miedo, por su culpa una familia que conocíamos conoció el dolor. Comprendan que no le guarde ninguna simpatía cuando sale paseando por Irlanda. De hecho cuando sale por la tele me acuerdo de mi madre hablando en la calle con la viuda de Fausto. No soy imparcial, lo reconozco. De Juana debe morir en la cárcel por todo el mal y el dolor que ha causado en su desgraciada vida.