domingo, 25 de noviembre de 2012

Mezquindades


Tenemos que hacernos a la idea o hacer las maletas. Vivimos en un país lleno de mezquinos, pobres gentes,  envidiosos y malas personas. Todos los días me tengo que tragar alguna declaración miserable hecha por tipejos que me ponen enfermo. Les voy a contar los últimos ejemplos que me llevan a escribir este post.

El primero es la donación que realizó Amancio Ortega a Cáritas. Muchos se aprestaron a afearle la conducta probablemente porque la donación se la hizo a quien se la hizo. Otros dijeron que era muy poco (¡20 millones de euros!) porque representaba una fracción diminuta de su fortuna. La cuestión es que un acto bueno en sí mismo, se intenta desacreditar por unos mindundis que probablemente no han hecho un acto de caridad en toda su vida.

El segundo es el rastrillo de Nuevo Futuro que se hace todos los años en Madrid por estas épocas. Se trata de recaudar dinero para esta organización que para el que no lo sepa, se ocupa de mantener casas de acogida para los menores de los que la Administración Pública tiene la tutela. Digamos que sustituyen a los antiguos orfanatos. El tema es que como lo preside la Infanta Pilarde Borbón, y señoras de la alta sociedad van a ayudar a ese rastrillo, los chistes, críticas a “las marquesas” y demás lindezas empiezan a correr por foros y redes sociales.

Lo cierto es que en estos dos casos hay varios elementos comunes; En los dos se hace una buena acción para la sociedad, se mire por donde se mire. Y segundo, estas personas no tienen por qué hacer lo que hacen. Si siguieran en su anonimato, con sus riquezas y sus mansiones, no se haría una buena obra y nadie les criticaría por ello y pese a todo lo hacen.

Por último otro tipo de ruindad es la de no conformarse con nada. Te regalan una cosa y pones a parir al que te la da porque no es de tu talla, o porque hubieses querido algo mejor. No se considera la buena voluntad del que te da algo sino que se desprecia el gesto por no cubrir unas expectativas que el donado no tenía hasta que recibió el regalo.

Este complejo mecanismo de ruindad y mezquindad suele estar cebado por la envidia malsana y sobre todo por una idea muy católica de que yo merezco que me caiga el maná del cielo sin hacer nada para ello. El que tiene mucho nunca es porque se lo ha ganado honradamente y con su esfuerzo sino que la Fortuna le la sonreído a él y no a mí. ¿Por qué no yo? ¿Por qué él sí? ¡Yo lo merezco mucho más!

Así, toda buena obra realizada por cualquiera es vista con escepticismo, con suspicacia y se critica mezquinamente. La caridad y la generosidad se dejan de ver como algo bueno, y se sustituye por lo “solidario” que es como decir que te comprendo muy bien hermano, pero no pienso soltar un duro. Eso sí, me pongo un lazo verde para que veas lo implicado que estoy con tu necesidad. La actitud farisaica de que los otros hagan mientras yo critico y me aprovecho de ello.

Ustedes me perdonarán. Tenía que soltarlo.