sábado, 14 de mayo de 2011

Cómo se viene la muerte… tan legalmente.

Ayer leyendo la referencia del Consejo de Ministros de los viernes, y después de ver varios periódicos en los que se decía que la eutanasia había sido poco menos que legalizada, enpecé a hacer algunas reflexiones sobre el asunto:
Se trata de un anteproyecto de ley sobre “derechos de la persona ante el proceso final de la vida”. Las palabras son importantes, así que no pierdan ripio. Comienza diciendo que “Sus objetivos fundamentales son la protección de la dignidad de las personas enfermas que se encuentran en fase terminal o de agonía y la garantía del pleno respeto de su libre voluntad en la toma de decisiones sanitarias que afecten a dicho proceso”.

Primer punto en el que tengo dificultades de comprensión. La dignidad de las personas enfermas. Como dice la RAE, la dignidad es el decoro de las personas en la manera de comportarse, es decir, que no es algo que venga dado de fuera sino que es en este caso una cualidad intrínseca al enfermo. Los habrá que lleven su enfermedad dignamente y los que no. Nadie puede ayudar a proteger la dignidad de nadie sino que en todo caso, podrás educar a las personas a lo largo de su vida para que se comporten dignamente a la hora de la muerte.

Continúa la ley declarando los derechos de información, toma de decisiones, tratamiento del dolor, acompañamiento y la intimidad. Realmente me cuesta ver en este anteproyecto una ley de eutanasia. Más bien la regulación (tal vez innecesaria) de algo tan elemental como ser acompañado por los tuyos a la hora de morir; lo que toda la vida se ha llamado morir en paz.

Me preocupa el apartado referente al personal sanitario donde se les puede exculpar de responsabilidades de una manera algo ligera y donde indica que si alguien está terminal “evitará la adopción o mantenimiento de intervenciones de soporte vital carentes de utilidad clínica”. Me da miedo que esta frase se pueda usar para ahorrar unas pesetas en sanidad en el caso de personas mayores.

No he podido por menos que acordarme de la enfermedad y fallecimiento de mi padre primero y de mi madre después. Siempre tuvieron a su familia a su lado durante las largas y tristísimas semanas y meses de su enfermedad. Se les trató el dolor y antes de sedarles de forma que no volvieron a despertar ya nunca, pudieron despedirse de sus hijos. Su comportamiento ante la vida y la muerte fue más que digno, ejemplar. Aunque la vida les hurtó unos años que por estadística les correspondía, nunca se quejaron de ello. Dejaron sus testamentos e indicaciones dichos y escritos. Y no hizo falta una ley para ello. Deseo poder morir como el padre de D. Jorge Manrique hace ya más de cinco siglos o el mío hace 20 años.

"No tengamos tiempo ya
en esta vida mezquina
por tal modo,
que mi voluntad está
conforme con la divina
para todo;
y consiento en mi morir
con voluntad placentera,
clara y pura,
que querer hombre vivir
cuando Dios quiere que muera
es locura".

Así, con tal entender,
todos sentidos humanos
conservados,
cercado de su mujer
y de sus hijos y hermanos
y criados,
dio el alma a quien se la dio
(el cual la dio en el cielo
en su gloria),
que aunque la vida perdió
dejónos harto consuelo
su memoria.

¿Cabe mayor dignidad?