sábado, 16 de enero de 2010

Aplacando conciencias

El terremoto de Haití es un nuevo ejemplo de terror cósmico que hace que nos vemos insignificantes ante algo de una magnitud incontrolable como es la destrucción de una ciudad. Ante este horror no cabe más que apiadarse de las víctimas, dar gracias a Dios porque no ocurrió aquí y rogar que no ocurra más.

Pero aprovechando estas desgracias parece que hay un negocio emergente que consiste en canalizar la pena y la piedad de las personas hacia la ayuda material a través de cuentas bancarias para ayudar a las víctimas de las mismas. Todas las grandes empresas y todos los bancos publicitan cuentas donde hacer donativos, las televisiones emiten primero las imágenes terribles de los cadáveres apilados y luego un maratón de recogida de fondos. Después de ver a unos pobres niños heridos, posiblemente huérfanos y con muy poco futuro por delante ¿quién no mandaría una ayuda?

Y me van a perdonar (o no) una vez más por lo que voy a decir pero ¿Dónde va y cómo se utiliza todo ese dinero? ¿De verdad creen que los 10 euros que depositan en una cuenta de ayuda van a transformarse por ejemplo en comida para una familia de Hahití? Mi escepticismo viene de siempre pero más cuando veo noticias como las que se han visto sobre las ayudas que se dieron para el maremoto de Tailandia en 2004. Una ínfima parte de lo donado sirvió para ayudas y el resto voló. Una vez más no se engañen. El maremoto de Tailandia en el que murieron 250.000 personas nos impactó porque varias docenas de europeos que estaban de vacaciones murieron y vimos escenas de niños blanquitos buscando a sus padres. Los 249.000 restantes nos importaron bastante menos. Las catástrofes nos importan en función de la magnitud, la posibilidad de que te ocurran a ti y sobre todo en función de la distancia. Unos ejemplos. La guerra del Chad nos importa realmente poco pese a que murieron miles de personas, pero estaban lejos y no sabemos nada del Chad. En cambio el secuestro de un barco por parte de piratas somalíes es un notición porque son vecinos nuestros. El tsunami de 2004 nos importa porque podía habernos arruinado las vacaciones pero la guerra de Yugoslavia sí nos importó porque eran europeos blancos masacrándose en el patio trasero de Europa y sabemos que podría ocurrir aquí.

En fin, que por alguna razón tendemos a considerarnos culpables de no haber sido víctimas de una desgracia y para aplacar nuestra conciencia queremos dar algo a alguien desconocido. Pero para ayudar en tragedias de este calibre sólo lo pueden hacer los estados con sus medios, los ejércitos con buques hospital y su organización jerarquizada y algunas agencias internacionales que coordinan grandes recuros como Cruz Roja, UNICEF u otras similares. Si fuese a hacer una donación (que no lo voy a hacer) lo haría exclusivamente a Cruz Roja o Cáritas por un mero tema de confianza y eso sabiendo que ya ha habido escándalos en ambas organizaciones. El resto no sé en que bolsillos va a terminar pero seguro que en los de Haití no.