sábado, 31 de julio de 2010

Libertad, Igualdad y Fraternidad, pero no mucha.

El otro día se dio un pasito más en dirección contraria al lema de la Revolución Francesa “Libertad, Igualdad y Fraternidad” tan del gusto de los sociatas que nos gobiernan. Como ya saben el Parlamento de Cataluña prohibió las corridas de toros. A los efectos que me traen aquí, lo mismo me da que prohibiesen los toros, la paella, o limpiarnos el culo con la mano derecha. El hecho problemático es la prohibición.
Las prohibiciones recortan libertades. Como ya les dije hace un año, es inquietante la lista de recorte, bocados y pellizcos que nos han dado en nuestras libertades individuales. Las excusas para recortar libertades son infinitas. Y en este caso, que conste que no voy a los toros, pero el día que me dé por ahí me gustaría poder hacerlo. Una vez más, el problema no es la excusa del sufrimiento animal sino la libertad. Incluso el propio Montilla lo ha reconocido.
Pero de paso nos estamos cargando la Igualdad. Como dijo Orwell, “todos somos iguales pero unos más iguales que otros”. Y en España ya es una certeza absoluta. Según residamos en una región o en otra no pagamos los mismos impuestos, no recibimos los mismos servicios y desde luego, no tenemos los mismos derechos. Eso es la falta de igualdad.
Y como no existe la igualdad y cuanta menos libertad se tiene, la fraternidad entendida como amistad o hermandad se rompe. Los que menos tienen mirarán con envidia a los los que tienen más, los ricos mirarán con recelo a los pobres, las regiones oprimidas denostarán a las libres, etc.
Todo esto puede acabar muy mal. Son gotas que van cayendo en el vaso hasta que un día rebosa. Lo siento mucho por Cataluña pero cuantas más restriccionestienen más declinan. Ya no van estudiantes a aprender español, las empresas piensan en irse por los costes añadidos, la vida cultural se regionaliza y por lo tanto disminuye, el cosmopolitismo que tenía Barcelona y que era envidia de Europa se quiere anular y homogeneizar en una sola pasta catalanista.
Hace veinte años siempre decía que si tuviese que irme a vivir fuera de Madrid me gustaría hacerlo a Barcelona. Esta idea ya no es cierta para mí.


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